de chimbombo, curry y casabe; polizones, sastres y doctoras; de mangos, tamarindos y pumalacas; de nieve, arena, y mares; apuestas, promesas y amores.
Podría echar muchos cuentos, sí, sobre un pasado que es muy mío y muy nuestro, y ha permanecido oculto y fresco, bajo la sombra de un árbol de raíces profundas, junto a un río de aguas mansas.
Podría echar muchos cuentos... Sí.
Ojalá algún día -sigiloso- te sientes juntito a mi para escucharlos.
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Comencé esta pintura en enero, mientras el Amazonas ardía. Aún no la he terminado. Intento entender por qué está sonriendo.
Es raro.
Porque yo sentía impotencia y una tristeza terrible cuando veía imágenes de los incendios. Un sentimiento que aún no logro articular.
Quise escribí algo y no pude. Quería denunciar a alguien, apuntar el dedo en alguna dirección. Pero no pude.
En vez de escribir, comencé a dibujar. Y al rato apareció sobre el papel está muchacha, sosteniendo una vasija y una guacamaya.
Al principio ella estaba cabizbaja, luego alzó la mirada y sentía que me miraba fijamente. Luego sonrió. Y entendí.
El fuego también tiene derecho a existir; también viene a enseñarnos algo. Es necesario. A mí me ayudó a identificar prioridades personales.
Ahora procuro ver los árboles, los pájaros, y los insectos como si fuera la primera y última vez que los veo.
Intento aceptar y valorar mi ecosistema particular lleno de colibríes, moscas, mariposas, zamuros, alacranes y culebritas ratoneras. Acepto el aguacate, el mango, la palmera, el pino y el manzanillo. Y ya no pienso tanto en los baobabs ni en las ceibas que están tan lejos.
Acepto todo lo que desconozco y tambien acepto el reto de conocer más y cuidar mejor lo que me rodea.
No podré detener el fuego, pero salvaré lo que pueda.
Tantas cosas parecen cargadas de la intención de ser perdidas
Que su pérdida no resulta una ruina.
Si quieres, comienza por perder algo todos los días.
Acepta las horas malgastadas y el caos de las llaves perdidas.
El arte de perder fácilmente se domina.
Luego practica perder más lejos; más expedita.
Zonas, señales y la trayectoria de tu viaje: perdidas.
Nada de esto será tu ruina.
Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira!
Mi última (o penúltima) de tres casas queridas.
El arte de perder fácilmente se domina.
Perdí dos ciudades, bellamente construidas.
Y más: reinos amplios que poseía, dos ríos y una provincia florida.
Los extraño, pero no fueron mi ruina.
— Hasta perderte a ti (los gestos de amor, la voz cantarina)
¿Miento? No debería.
Es evidente que el arte de perder eventualmente se domina.
No será, aunque parecía, (¡Escríbelo!) mi ruina.
ONE ART*
By Elizabeth Bishop
The art of losing isn’t hard to master;so many things seem filled with the intentto be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the flusterof lost door keys, the hour badly spent.The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:places, and names, and where it was you meantto travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! my last, ornext-to-last, of three loved houses went.The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,some realms I owned, two rivers, a continent.I miss them, but it wasn’t a disaster.
— Even losing you (the joking voice, a gestureI love) I shan’t have lied. It’s evidentthe art of losing’s not too hard to masterthough it may look like (Write it!) like disaster.