Primero lo redondo del ojo pícaro
Las pestañas
El calor de las caricias más o menos platónicas
¿Cómo aprendiste a tocar mi sombra?
Las comisuras
Perder, después, el puente de los leones
El caminar despacio mientras todo se agita violentamente
Mejor perder la ciudad entera para ahorrar tiempo
Incluso: la espesura de la pulpa de los mangos y otra vez el amarillo, ahora hilachudo y frío, aun dulce como los adioses; como cuando decidimos que habría que empezar por perderlo todo nuevamente...