
02.07.2020
"- ¿En qué andas tú, muchacha?
- Pues... Pintando."
¿Qué tal?
Comencé esta pintura en enero, mientras el Amazonas ardía. Aún no la he terminado. Intento entender por qué está sonriendo.
Es raro.
Porque yo sentía impotencia y una tristeza terrible cuando veía imágenes de los incendios. Un sentimiento que aún no logro articular.
Quise escribí algo y no pude. Quería denunciar a alguien, apuntar el dedo en alguna dirección. Pero no pude.
En vez de escribir, comencé a dibujar. Y al rato apareció sobre el papel está muchacha, sosteniendo una vasija y una guacamaya.
Al principio ella estaba cabizbaja, luego alzó la mirada y sentía que me miraba fijamente. Luego sonrió. Y entendí.
El fuego también tiene derecho a existir; también viene a enseñarnos algo. Es necesario. A mí me ayudó a identificar prioridades personales.
Ahora procuro ver los árboles, los pájaros, y los insectos como si fuera la primera y última vez que los veo.
Intento aceptar y valorar mi ecosistema particular lleno de colibríes, moscas, mariposas, zamuros, alacranes y culebritas ratoneras. Acepto el aguacate, el mango, la palmera, el pino y el manzanillo. Y ya no pienso tanto en los baobabs ni en las ceibas que están tan lejos.
Acepto todo lo que desconozco y tambien acepto el reto de conocer más y cuidar mejor lo que me rodea.
No podré detener el fuego, pero salvaré lo que pueda.